1. Hablemos ya de “Inseguridad Transatlántica”.
Entendamos ya sin tapujos que Washington se ha convertido en una fuente de enorme
inseguridad para la Unión Europea. Aranceles, Ucrania, Groenlandia y desinformación en Twitter ante las próximas elecciones alemanas son áreas en las que las preferencias políticas de la Administración Trump están en total colisión con la supervivencia de la Unión. Aprovechemos los últimos acontecimientos para generar consenso entre los Estados Miembros de que EE.UU. ha partido para no volver, que ya no es “familia”, como siempre se dijo, y que incluso ha degradado su condición de “socio con el que poder colaborar según los méritos propios de cada iniciativa” a la de “fuente de inestabilidad”. Cualquiera de los cuatro eventos antes mencionados (aranceles, Ucrania, Groenlandia y desinformación) suponen gravísimas crisis de seguridad para la
Unión. Generar un consenso, una cosmovisión compartida entre los EE.MM es crítico,
pues acelerará la toma de inminentes decisiones que debemos tomar, sea en aumento del gasto en Defensa, sea en la Brújula de Competitividad, sea en cualquier otro área de nuestra unidad de acción como europeos. Lo anterior, por supuesto, manteniendo el lenguaje diplomático y no beligerante que nos conviene, pues preferimos que sea la Administración Trump quien detone la relación trasatlántica. Además, y dado que las fuerzas anti-europeístas son trumpistas en su narrativa, dejar que la Administración Trump actúe primero nos beneficia para arrinconarlas.
2. Nuevos países en Europa: Ucrania Occidental y Ucrania Oriental.
Por doloroso que sea, visibilicemos que el escenario más probable para Ucrania en el
corto plazo es el de una partición de facto del país entre una zona oriental, que
quedará bajo la influencia rusa, y otra zona occidental, que, previsiblemente, acercaremos hacia la Unión. La forma exacta de esa partición (alto el fuego temporal, acuerdo de paz) son detalles jurídicos que, en mi opinión, no son políticamente relevantes. Lo relevante es comprender que una situación durante las próximas décadas en las que Ucrania, como país fronterizo entre el Mercado Único Europeo y Rusia, está dividida es el escenario más probable, pues el balance de fuerzas en la zona y la voluntad de participación militar1 es favorable a Rusia. Dado que nuestro absoluto interés en materia de seguridad y defensa es desacoplarnos de Rusia, la UE tiene todos los incentivos y todo el interés de consolidar y cimentar la existencia y la supervivencia de esa nueva Ucrania Occidental. A eso hay que dirigir nuestros esfuerzos más inmediatos.
1. Recordemos Clausewitz: “Strength = Capabilities x Willingness to Fight”
3. EE.UU. y Moscú no sólo han hablado de Ucrania, sino también del Ártico y, previsiblemente, de Groenlandia.
El Secretario de Estado Marco Rubio afirmó tras la reunión ayer en Riad que “la paz en Ucrania” abría la puerta a “oportunidades increíbles para asociarse con los rusos geopolíticamente en cuestiones de interés común y económicamente en asuntos que esperamos que sean buenos para el mundo”. Por otro lado, el Presidente del Fondo Soberano Ruso, Kirill Dmitriev, curiosamente también presente en Riad, confirmó que “específicamente discutimos el Ártico”. Así, no es descabellado asumir que también hablaron de Groenlandia.
Rusia y EE.UU. no sólo están negociando el fin del conflicto en Ucrania, también se están repartiendo áreas de influencia en otras geografías. ¿Hay algún otro actor que esté interesado en estos desarrollos, que aún no se haya dado por enterado y que nos pueda ayudar en nuestro objetivo de estar presente en esa negociación?
4. Avisemos urgentemente a China.
Hagamos política internacional: ya no hay sólo una gran potencia sino que hay dos. Notifiquemos a China de que, a sus espaldas, EE.UU. está negociando con Rusia repartirse el Ártico en una reedición del Congreso de Berlín de 1885 donde se dividió África. Y es que durante la guerra de Ucrania, Washington nos ha empujado a romper relaciones con China argumentando - y, a veces, hiperbolizando - que Pekín ayudaba a Moscú directamente en el conflicto de Ucrania. Traslademos ese argumento y esa dinámica política entre las dos grandes potencias (en la que usan a Europa como ariete contra el otro) a nuestro caso europeo y a nuestro interés por estar en esa negociación.
“Si se está hablando del Ártico y de otros temas globales, ¿no se debería involucrar
también a China?”, puede ser nuestra pregunta cándida a Pekín.
China emitió una nota de prensa el lunes apoyando la presencia de la UE en Riad. Y como superpotencia en competición con EE.UU. no puede dejar que un asunto tan estratégico como el Ártico se debata sin su participación. Se sugiere, pues, instar a los Estados Miembros de la UE presentes en París a contactar con los Embajadores chinos en las capitales respectivas para informarles de que Moscú y Washington están negociando a sus espaldas no sólo Ucrania sino otros intereses que son vitales para la potencia asiática. Además, ya existe un precedente de este tipo de coordinación política en la UE: tras la cumbre en el Elíseo en mayo de 2022, y con fuerte presión de EE.UU., todos los Estados Miembros contactaron a las delegaciones chinas en sus respectivos países para pedirles que redujeran el apoyo a Moscú. En definitiva, hagamos política internacional y movilicemos al gran actor que no está presente y cuyos intereses en esta materia (no dejar que se debata el Ártico sin su involucración) producen un resultado de nuestro interés (más voces en la mesa sobre Ucrania).
5. No caigamos en la nostalgia de la perfección.
“Bruselas está ausente”, “los EE.MM. están descoordinados”, “no hay frente común”, son
frases que acaparan toda la prensa. Tengo para mi que es una exageración victimista que
tiene más que ver con el momento por el que transita la UE que con la realidad de los
hechos. Por ejemplo, en materia comercial la respuesta de Bruselas está siguiendo el proceso apropiado: no inflamar la retórica, pensar en respuestas calculadas, buscar transacciones que puedan aplacar a Washington y tomar conciencia de nuestras fortalezas (p.ej., los ingresos de las grandes tecnológicas estadounidenses que provienen del Mercado Único).
Por otro lado, y en materia de Defensa, es normal las diferencias de opinión sobre un asunto tan crítico y que, en la historia de la creación de los Estados, es el último escollo en resolverse. A mayor abundamiento, se podría decir que incluso las diferencias en este tema empieza ya a ser muy salvables: a nivel económico, es cuestión de matices y de acuerdo final sobre la proveniencia de los nuevos fondos necesarios; a nivel de intervención militar y poner tropas sobre el terreno, aún queda algo de tiempo para afrontar esta cuestión e históricamente infraestimamos el cambio de preferencias políticas de la ciudadanía en torno a este asunto tan controvertido2.
Por último, y, de nuevo, para contener a Rusia en nuestra frontera no necesitamos las
últimas capacidades tecnológicas militares de EE.UU.: no hace falta un caza de sexta
generación ni microprocesadores de 2 nanómetros. Con algo más de coordinación, más presupuesto y un despliegue cuidado de efectivos llegado el caso es suficiente para nuestro principal objetivo: estabilizar Ucrania Occidental y que sirva como amortiguación entre Rusia y el Mercado Único.
No permitamos que decaiga el estado de ánimo ni subestimemos nuestras capacidades cuando la contienda política no acaba más que empezar. Tenemos activos internos (que EE.UU. quiere y que son suficientes para resolver la inminente crisis de seguridad de la UE en nuestra frontera este) y relaciones exteriores (con China) que podemos capitalizar en este momento.
2 - Recordemos la Suecia neutral, amante del multilateralismo y de tendencias sociales pacifistas de enero del 2022 y el Estocolmo que apenas un mes después solicitaba su adhesión a la OTAN
6. Proyectamos más poder del que pensamos que tenemos.
La principal dificultad en relaciones internacionales es tener una correcta medida del balance de fuerzas: hay demasiadas variables (militar, económica, tecnológica, distancias entre zonas de operación) y en ocasiones resulta difícil medir dónde se ubica uno mismo en relación con el resto. Estimo que algo similar le pasa a la UE..
Pues preguntémonos lo siguiente: ¿por qué EE.UU. sí ha singularizado los aranceles con
Canadá, México, Colombia y Japón pero no lo ha hecho directamente con la UE sino que
ha utilizado “aranceles globales” (acero y aluminio, por ejemplo) o afirmaciones genéricas
de “reciprocidad” (sin mencionar directamente el IVA)? ¿O por qué Meta, Google y otras
tecnológicas cercanas a la Administración estadounidense en el propio foro de Múnich se
quejaban ante corresponsables de Bloomberg de las causas y multas pendientes por
incumplimiento de la Digital Markets Act y de la Digital Services Act en la UE? Uno podría
concluir que a la Administración Trump y a su séquito les duele esta cuestión más de lo
que querrían afirmar. Sin embargo, los medios de la UE sólo se centran en aranceles y en nuestra debilidad militar. Debemos escapar esa trampa y ligar temas en una conversación más amplia: Ucrania, Groenlandia y el Ártico y el acceso o no de servicios digitales estadounidenses a la UE son asuntos que nos interesan; el Ártico le interesa a China. Busquemos formas de ampliar el foro de temas y participantes apalancándonos en aquellos pain points que sabemos que la Administración Trump tiene.
Es por eso tan importante que todos los Estados Miembros comiencen a percibir a EE.UU. como lo que es: una fuente de inseguridad a la que debemos responder con nuestra fortaleza en todas las dimensiones, como dice el primer punto de este decálogo. Si nos centramos sólo en nuestra insuficiencia militar, otorgamos un espacio de diálogo político en el que Washington se siente mucho más fuerte.
Si ligamos y cruzamos temas más allá de lo militar y de Ucrania, la negociación política no está totalmente escorada hacia Washington. Cierto es que el balance de fuerzas no está a nuestro favor y que partimos desde más atrás (pues no tenemos capacidades militares conjuntas), pero no demos terreno por perdido cuando acaba de empezar el partido.
7. Aceleremos nuestra hoja de ruta geopolítica.
Como potencia media con algunos activos geopolíticos importantes (nuestro Mercado Único, nuestro apoyo político o no a una u otra gran potencia en temas que a cada uno le interesa) en medio de la competición entre Washington y Pekín, la hoja de ruta de Bruselas en los últimos años es la correcta: rearmarse internamente (reindustrializacion, competitividad, desacoplamiento, independencia energética), balancear con otros actores internacionales (sea acercamiento a China, sea aperturas al Sur Global) y mantener un discurso cauto pero asertivo y pragmático. No nos desviemos de esta senda y aprovechemos la energía política que se va a liberar (por una crisis de seguridad motivada por Washington en forma de partición de Ucrania) tanto para acelerar esta hoja de ruta como para escorar a las fuerzas anti europeístas trumpistas.
8. Desacoplémonos completamente de Rusia
El ascenso de las renovables en nuestro sistema energético y la aparición, despliegue y consolidación del hidrógeno verde nos permite en el medio plazo, con un poco de suerte y con un importantísimo esfuerzo en forma de subsidios y deuda, dejar de ser dependientes del exterior en uno de los elementos críticos de nuestras sociedades y economías como es la energía. Sólo nos falta un “poco” de tiempo (5-10 años) y un “poco” de inversión (otro paquete NextGen, grosso modo). Retomar relaciones con Moscú y volver a comprar gas natural ni se alinea con los intereses de los EE.MM. frontera con Rusia (repúblicas bálticas, Polonia, Suecia y Finlandia, directamente) ni con los intereses de
países como el nuestro (con el crecimiento económico ligado a la provisión autónoma europea de energía renovable) ni con los de la Unión Europea en su conjunto en el medio plazo (pues queremos y tecnológicamente es posible auto abastecernos en menos de una década).
El único escollo es la industria alemana y su declive por los altos precios de la energía que afronta. Pero esto es algo relativamente “sencillo” de solucionar “sin más que” subsidiar el sector y el desarrollo del H2 verde durante una década. Seamos conscientes de la dificultad financiera de ese reto pero observemos el nuevo espacio para un acuerdo europeo en materia de deuda: EE.MM. que buscan gasto europeo en Defensa vía eurobonos (España, países frontera con Rusia) y EE.MM. que necesitan subsidiar sus sectores económicos en el periodo de transición energética. Es un momento ideal para un “gran acuerdo” en Defensa y Energía para el que no necesitamos alterar nuestra agenda de desgasificación de Rusia.
9. Pequeños y consistentes pasos para la Unión de la Defensa
Aunque es un tema controvertido y sobre el que no hay una conclusión rotunda en Ciencia
Política, la creación de un Estado libre y soberano tiene por última etapa la Unión de
Defensa, que “suele” ocurrir ante una amenaza existencial exterior. Un ejemplo sería la
fundación de Alemania en 1870-1871 como respuesta a la declaración de guerra francesa
de Napoleón III. Otro ejemplo sería la creación de la Unión en EE.UU. entre la
independencia en 1789 y su Constitución en 1793 con la doble amenaza de británicos por
el norte y tribus indígenas por el sur y el oeste.
La creación de un Estado se tiende a mitificar y nos llega hoy distorsionado el curso de los
acontecimientos. Probablemente se sentían como momentos de gran polarización y mucho
ruido político. Opino que este es el caso de la UE y que la Presidencia Trump, si prosigue
en las cuatro fuentes de inseguridad antes descritas (Ucrania, Groenlandia, aranceles y
amenazas a la democracia europea), generará un espacio de energía política que la UE
puede capitalizar en esa dirección.
Así, no es necesario cuadrar el círculo hoy sobre la Unión de Defensa: planteemos pasos
incrementales, acciones que benefician a todos los EE.MM. (hablar de defensa como “bien
público europeo”), financiemos de manera común proyectos que fortalecen nuestras
fronteras (tanto orientales como occidentales o nuestro ciberespacio), asegurémonos de
estabilizar Ucrania una vez que EE.UU. cese su apoyo y esperemos con cabeza fría
acontecimientos (pues Trump nos dará una excusa y creará un sentimiento europeo que
nos permita afrontar decisiones militares y políticas más complejas).
10. Europa necesita su esfera de influencia
Por antitético que sea a los principios fundacionales de la UE, toda potencia que se precie
quiere asegurarse bien de que su vecindario sea tranquilo, bien de que tiene la mayor
capacidad de influencia en los estados con los que linda. La frontera con Rusia,
Balcanes, el arco suroriental mediterréno y el Sahel son áreas en las que Bruselas y
los EE.MM. deben sentir que cuentan con suficientes palancas de poder como para
asegurar el normal funcionamiento del corazón de la UE, que es el Mercado Único.
Sin tapujos.
11. EXTRA: Existe espacio político para un Gran Acuerdo Europeo
Las repúblicas bálticas, Polonia, Finlandia, Suecia y Rumanía conviven con una potencia
militar en sus cercanías que amenaza su supervivencia y solicitan inversión común en
Defensa. La “frugal” Dinamarca teme una pérdida de Groenlandia y quizá podría canjear
una consolidación de la solidaridad europea en materia de seguridad y defensa (desarrollo
del art. 42.7 del TFUE) por su participación en otro paquete de deuda conjunta. Alemania
necesita reactivar su economía y sería sensible a reducciones del gasto energético o
subsidios a sus industrias mientras transicionan y se alejan del gas. Italia, que
coyunturalmente cuenta con una Primera Ministra cercana a la administración Trump, tiene
como socio comercial y financiero principal al resto del Mercado Único Europeo y, además,
pertenece a la zona euro. Los países del sur como Italia, España y Grecia tienen sus
propias consideraciones de seguridad en lo relativo a inmigración y la inestabilidad en el
Sahel (y en un Marruecos envalentonado con la Administración Trump, en nuestro caso). Y
todos los EE.MM. tienen en común que su supervivencia económica depende de la
supervivencia económica del Mercado Único. Aunque con diferentes aristas, lo anterior
describe mejor un “choque simétrico” que “asimétrico”
, repitiendo el lenguaje de los
economistas durante la crisis del Euro.
En un primer vistazo este ovillo de intereses parece complejo. A vista de pájaro es, sin
embargo, el caldo de cultivo perfecto para un Gran Acuerdo Europeo: financiar defensa
común en toda la esfera de influencia de la UE (este, sur, Mediterráneo), fortalecer
nuestras fronteras y transicionar hacia la independencia energética de todo el bloque.
Y es que, no hay crisis sin oportunidad.
Decálogo de Emergencia para la UE: próximos pasos tras la reunión de EE.UU. y Rusia en Riad
Índice de contenidos
Ideas para desbloquear la actual parálisis discursiva de la Unión
Los acontecimientos en materia de Seguridad y Defensa críticos para la Unión Europea y sus Estados Miembros se han sucedido de manera acelerada en las últimas dos semanas, desde la primera salva de aranceles Trump hasta la reunión de ayer martes 18 de febrero en Riad entre Moscú y Washington, pasando por las nefastas declaraciones en Múnich del Vicepresidente Vance. Se percibe entre analistas europeos y en las portadas de medios un cierto desasosiego y mucho desconocimiento sobre cuáles son las reacciones que Europa puede y debe dar. El mismo Mario Draghi, en su intervención ayer en el Parlamento Europeo indicó “you ask me what is best to do… I do not know, but we need to do something. ” Así, y con el ánimo de arrojar luz sobre los siguientes pasos a seguir por el lado europeo, se enlista a continuación y se desarrolla justo después un decálogo de acciones y planteamientos que desbloqueen nuestra parálisis discursiva.
Decálogo de Emergencia para la UE: próximos pasos
Y un extra:
1. Hablemos ya de “Inseguridad Transatlántica”.
Entendamos ya sin tapujos que Washington se ha convertido en una fuente de enorme inseguridad para la Unión Europea. Aranceles, Ucrania, Groenlandia y desinformación en Twitter ante las próximas elecciones alemanas son áreas en las que las preferencias políticas de la Administración Trump están en total colisión con la supervivencia de la Unión. Aprovechemos los últimos acontecimientos para generar consenso entre los Estados Miembros de que EE.UU. ha partido para no volver, que ya no es “familia”, como siempre se dijo, y que incluso ha degradado su condición de “socio con el que poder colaborar según los méritos propios de cada iniciativa” a la de “fuente de inestabilidad”. Cualquiera de los cuatro eventos antes mencionados (aranceles, Ucrania, Groenlandia y desinformación) suponen gravísimas crisis de seguridad para la Unión. Generar un consenso, una cosmovisión compartida entre los EE.MM es crítico,
pues acelerará la toma de inminentes decisiones que debemos tomar, sea en aumento del gasto en Defensa, sea en la Brújula de Competitividad, sea en cualquier otro área de nuestra unidad de acción como europeos. Lo anterior, por supuesto, manteniendo el lenguaje diplomático y no beligerante que nos conviene, pues preferimos que sea la Administración Trump quien detone la relación trasatlántica. Además, y dado que las fuerzas anti-europeístas son trumpistas en su narrativa, dejar que la Administración Trump actúe primero nos beneficia para arrinconarlas.
2. Nuevos países en Europa: Ucrania Occidental y Ucrania Oriental.
Por doloroso que sea, visibilicemos que el escenario más probable para Ucrania en el corto plazo es el de una partición de facto del país entre una zona oriental, que quedará bajo la influencia rusa, y otra zona occidental, que, previsiblemente, acercaremos hacia la Unión. La forma exacta de esa partición (alto el fuego temporal, acuerdo de paz) son detalles jurídicos que, en mi opinión, no son políticamente relevantes. Lo relevante es comprender que una situación durante las próximas décadas en las que Ucrania, como país fronterizo entre el Mercado Único Europeo y Rusia, está dividida es el escenario más probable, pues el balance de fuerzas en la zona y la voluntad de participación militar1 es favorable a Rusia. Dado que nuestro absoluto interés en materia de seguridad y defensa es desacoplarnos de Rusia, la UE tiene todos los incentivos y todo el interés de consolidar y cimentar la existencia y la supervivencia de esa nueva Ucrania Occidental. A eso hay que dirigir nuestros esfuerzos más inmediatos.
1. Recordemos Clausewitz: “Strength = Capabilities x Willingness to Fight”
3. EE.UU. y Moscú no sólo han hablado de Ucrania, sino también del Ártico y, previsiblemente, de Groenlandia.
El Secretario de Estado Marco Rubio afirmó tras la reunión ayer en Riad que “la paz en Ucrania” abría la puerta a “oportunidades increíbles para asociarse con los rusos geopolíticamente en cuestiones de interés común y económicamente en asuntos que esperamos que sean buenos para el mundo”. Por otro lado, el Presidente del Fondo Soberano Ruso, Kirill Dmitriev, curiosamente también presente en Riad, confirmó que “específicamente discutimos el Ártico”. Así, no es descabellado asumir que también hablaron de Groenlandia. Rusia y EE.UU. no sólo están negociando el fin del conflicto en Ucrania, también se están repartiendo áreas de influencia en otras geografías. ¿Hay algún otro actor que esté interesado en estos desarrollos, que aún no se haya dado por enterado y que nos pueda ayudar en nuestro objetivo de estar presente en esa negociación?
4. Avisemos urgentemente a China.
Hagamos política internacional: ya no hay sólo una gran potencia sino que hay dos. Notifiquemos a China de que, a sus espaldas, EE.UU. está negociando con Rusia repartirse el Ártico en una reedición del Congreso de Berlín de 1885 donde se dividió África. Y es que durante la guerra de Ucrania, Washington nos ha empujado a romper relaciones con China argumentando - y, a veces, hiperbolizando - que Pekín ayudaba a Moscú directamente en el conflicto de Ucrania. Traslademos ese argumento y esa dinámica política entre las dos grandes potencias (en la que usan a Europa como ariete contra el otro) a nuestro caso europeo y a nuestro interés por estar en esa negociación. “Si se está hablando del Ártico y de otros temas globales, ¿no se debería involucrar también a China?”, puede ser nuestra pregunta cándida a Pekín.
China emitió una nota de prensa el lunes apoyando la presencia de la UE en Riad. Y como superpotencia en competición con EE.UU. no puede dejar que un asunto tan estratégico como el Ártico se debata sin su participación. Se sugiere, pues, instar a los Estados Miembros de la UE presentes en París a contactar con los Embajadores chinos en las capitales respectivas para informarles de que Moscú y Washington están negociando a sus espaldas no sólo Ucrania sino otros intereses que son vitales para la potencia asiática. Además, ya existe un precedente de este tipo de coordinación política en la UE: tras la cumbre en el Elíseo en mayo de 2022, y con fuerte presión de EE.UU., todos los Estados Miembros contactaron a las delegaciones chinas en sus respectivos países para pedirles que redujeran el apoyo a Moscú. En definitiva, hagamos política internacional y movilicemos al gran actor que no está presente y cuyos intereses en esta materia (no dejar que se debata el Ártico sin su involucración) producen un resultado de nuestro interés (más voces en la mesa sobre Ucrania).
5. No caigamos en la nostalgia de la perfección.
“Bruselas está ausente”, “los EE.MM. están descoordinados”, “no hay frente común”, son frases que acaparan toda la prensa. Tengo para mi que es una exageración victimista que tiene más que ver con el momento por el que transita la UE que con la realidad de los hechos. Por ejemplo, en materia comercial la respuesta de Bruselas está siguiendo el proceso apropiado: no inflamar la retórica, pensar en respuestas calculadas, buscar transacciones que puedan aplacar a Washington y tomar conciencia de nuestras fortalezas (p.ej., los ingresos de las grandes tecnológicas estadounidenses que provienen del Mercado Único). Por otro lado, y en materia de Defensa, es normal las diferencias de opinión sobre un asunto tan crítico y que, en la historia de la creación de los Estados, es el último escollo en resolverse. A mayor abundamiento, se podría decir que incluso las diferencias en este tema empieza ya a ser muy salvables: a nivel económico, es cuestión de matices y de acuerdo final sobre la proveniencia de los nuevos fondos necesarios; a nivel de intervención militar y poner tropas sobre el terreno, aún queda algo de tiempo para afrontar esta cuestión e históricamente infraestimamos el cambio de preferencias políticas de la ciudadanía en torno a este asunto tan controvertido2.
Por último, y, de nuevo, para contener a Rusia en nuestra frontera no necesitamos las últimas capacidades tecnológicas militares de EE.UU.: no hace falta un caza de sexta generación ni microprocesadores de 2 nanómetros. Con algo más de coordinación, más presupuesto y un despliegue cuidado de efectivos llegado el caso es suficiente para nuestro principal objetivo: estabilizar Ucrania Occidental y que sirva como amortiguación entre Rusia y el Mercado Único.
No permitamos que decaiga el estado de ánimo ni subestimemos nuestras capacidades cuando la contienda política no acaba más que empezar. Tenemos activos internos (que EE.UU. quiere y que son suficientes para resolver la inminente crisis de seguridad de la UE en nuestra frontera este) y relaciones exteriores (con China) que podemos capitalizar en este momento.
2 - Recordemos la Suecia neutral, amante del multilateralismo y de tendencias sociales pacifistas de enero del 2022 y el Estocolmo que apenas un mes después solicitaba su adhesión a la OTAN
6. Proyectamos más poder del que pensamos que tenemos.
La principal dificultad en relaciones internacionales es tener una correcta medida del balance de fuerzas: hay demasiadas variables (militar, económica, tecnológica, distancias entre zonas de operación) y en ocasiones resulta difícil medir dónde se ubica uno mismo en relación con el resto. Estimo que algo similar le pasa a la UE.. Pues preguntémonos lo siguiente: ¿por qué EE.UU. sí ha singularizado los aranceles con Canadá, México, Colombia y Japón pero no lo ha hecho directamente con la UE sino que ha utilizado “aranceles globales” (acero y aluminio, por ejemplo) o afirmaciones genéricas de “reciprocidad” (sin mencionar directamente el IVA)? ¿O por qué Meta, Google y otras tecnológicas cercanas a la Administración estadounidense en el propio foro de Múnich se quejaban ante corresponsables de Bloomberg de las causas y multas pendientes por incumplimiento de la Digital Markets Act y de la Digital Services Act en la UE? Uno podría concluir que a la Administración Trump y a su séquito les duele esta cuestión más de lo que querrían afirmar. Sin embargo, los medios de la UE sólo se centran en aranceles y en nuestra debilidad militar. Debemos escapar esa trampa y ligar temas en una conversación más amplia: Ucrania, Groenlandia y el Ártico y el acceso o no de servicios digitales estadounidenses a la UE son asuntos que nos interesan; el Ártico le interesa a China. Busquemos formas de ampliar el foro de temas y participantes apalancándonos en aquellos pain points que sabemos que la Administración Trump tiene.
Es por eso tan importante que todos los Estados Miembros comiencen a percibir a EE.UU. como lo que es: una fuente de inseguridad a la que debemos responder con nuestra fortaleza en todas las dimensiones, como dice el primer punto de este decálogo. Si nos centramos sólo en nuestra insuficiencia militar, otorgamos un espacio de diálogo político en el que Washington se siente mucho más fuerte.
Si ligamos y cruzamos temas más allá de lo militar y de Ucrania, la negociación política no está totalmente escorada hacia Washington. Cierto es que el balance de fuerzas no está a nuestro favor y que partimos desde más atrás (pues no tenemos capacidades militares conjuntas), pero no demos terreno por perdido cuando acaba de empezar el partido.
7. Aceleremos nuestra hoja de ruta geopolítica.
Como potencia media con algunos activos geopolíticos importantes (nuestro Mercado Único, nuestro apoyo político o no a una u otra gran potencia en temas que a cada uno le interesa) en medio de la competición entre Washington y Pekín, la hoja de ruta de Bruselas en los últimos años es la correcta: rearmarse internamente (reindustrializacion, competitividad, desacoplamiento, independencia energética), balancear con otros actores internacionales (sea acercamiento a China, sea aperturas al Sur Global) y mantener un discurso cauto pero asertivo y pragmático. No nos desviemos de esta senda y aprovechemos la energía política que se va a liberar (por una crisis de seguridad motivada por Washington en forma de partición de Ucrania) tanto para acelerar esta hoja de ruta como para escorar a las fuerzas anti europeístas trumpistas.
8. Desacoplémonos completamente de Rusia
El ascenso de las renovables en nuestro sistema energético y la aparición, despliegue y consolidación del hidrógeno verde nos permite en el medio plazo, con un poco de suerte y con un importantísimo esfuerzo en forma de subsidios y deuda, dejar de ser dependientes del exterior en uno de los elementos críticos de nuestras sociedades y economías como es la energía. Sólo nos falta un “poco” de tiempo (5-10 años) y un “poco” de inversión (otro paquete NextGen, grosso modo). Retomar relaciones con Moscú y volver a comprar gas natural ni se alinea con los intereses de los EE.MM. frontera con Rusia (repúblicas bálticas, Polonia, Suecia y Finlandia, directamente) ni con los intereses de países como el nuestro (con el crecimiento económico ligado a la provisión autónoma europea de energía renovable) ni con los de la Unión Europea en su conjunto en el medio plazo (pues queremos y tecnológicamente es posible auto abastecernos en menos de una década).
El único escollo es la industria alemana y su declive por los altos precios de la energía que afronta. Pero esto es algo relativamente “sencillo” de solucionar “sin más que” subsidiar el sector y el desarrollo del H2 verde durante una década. Seamos conscientes de la dificultad financiera de ese reto pero observemos el nuevo espacio para un acuerdo europeo en materia de deuda: EE.MM. que buscan gasto europeo en Defensa vía eurobonos (España, países frontera con Rusia) y EE.MM. que necesitan subsidiar sus sectores económicos en el periodo de transición energética. Es un momento ideal para un “gran acuerdo” en Defensa y Energía para el que no necesitamos alterar nuestra agenda de desgasificación de Rusia.
9. Pequeños y consistentes pasos para la Unión de la Defensa
Aunque es un tema controvertido y sobre el que no hay una conclusión rotunda en Ciencia Política, la creación de un Estado libre y soberano tiene por última etapa la Unión de Defensa, que “suele” ocurrir ante una amenaza existencial exterior. Un ejemplo sería la fundación de Alemania en 1870-1871 como respuesta a la declaración de guerra francesa de Napoleón III. Otro ejemplo sería la creación de la Unión en EE.UU. entre la independencia en 1789 y su Constitución en 1793 con la doble amenaza de británicos por el norte y tribus indígenas por el sur y el oeste.
La creación de un Estado se tiende a mitificar y nos llega hoy distorsionado el curso de los acontecimientos. Probablemente se sentían como momentos de gran polarización y mucho ruido político. Opino que este es el caso de la UE y que la Presidencia Trump, si prosigue en las cuatro fuentes de inseguridad antes descritas (Ucrania, Groenlandia, aranceles y amenazas a la democracia europea), generará un espacio de energía política que la UE puede capitalizar en esa dirección.
Así, no es necesario cuadrar el círculo hoy sobre la Unión de Defensa: planteemos pasos incrementales, acciones que benefician a todos los EE.MM. (hablar de defensa como “bien público europeo”), financiemos de manera común proyectos que fortalecen nuestras fronteras (tanto orientales como occidentales o nuestro ciberespacio), asegurémonos de estabilizar Ucrania una vez que EE.UU. cese su apoyo y esperemos con cabeza fría acontecimientos (pues Trump nos dará una excusa y creará un sentimiento europeo que nos permita afrontar decisiones militares y políticas más complejas).
10. Europa necesita su esfera de influencia
Por antitético que sea a los principios fundacionales de la UE, toda potencia que se precie quiere asegurarse bien de que su vecindario sea tranquilo, bien de que tiene la mayor capacidad de influencia en los estados con los que linda. La frontera con Rusia, Balcanes, el arco suroriental mediterréno y el Sahel son áreas en las que Bruselas y los EE.MM. deben sentir que cuentan con suficientes palancas de poder como para asegurar el normal funcionamiento del corazón de la UE, que es el Mercado Único. Sin tapujos.
11. EXTRA: Existe espacio político para un Gran Acuerdo Europeo
Las repúblicas bálticas, Polonia, Finlandia, Suecia y Rumanía conviven con una potencia militar en sus cercanías que amenaza su supervivencia y solicitan inversión común en Defensa. La “frugal” Dinamarca teme una pérdida de Groenlandia y quizá podría canjear una consolidación de la solidaridad europea en materia de seguridad y defensa (desarrollo del art. 42.7 del TFUE) por su participación en otro paquete de deuda conjunta. Alemania necesita reactivar su economía y sería sensible a reducciones del gasto energético o subsidios a sus industrias mientras transicionan y se alejan del gas. Italia, que coyunturalmente cuenta con una Primera Ministra cercana a la administración Trump, tiene como socio comercial y financiero principal al resto del Mercado Único Europeo y, además, pertenece a la zona euro. Los países del sur como Italia, España y Grecia tienen sus propias consideraciones de seguridad en lo relativo a inmigración y la inestabilidad en el Sahel (y en un Marruecos envalentonado con la Administración Trump, en nuestro caso). Y todos los EE.MM. tienen en común que su supervivencia económica depende de la supervivencia económica del Mercado Único. Aunque con diferentes aristas, lo anterior describe mejor un “choque simétrico” que “asimétrico” , repitiendo el lenguaje de los economistas durante la crisis del Euro.
En un primer vistazo este ovillo de intereses parece complejo. A vista de pájaro es, sin embargo, el caldo de cultivo perfecto para un Gran Acuerdo Europeo: financiar defensa común en toda la esfera de influencia de la UE (este, sur, Mediterráneo), fortalecer nuestras fronteras y transicionar hacia la independencia energética de todo el bloque.
Y es que, no hay crisis sin oportunidad.